Por: José Manuel Calderón
El Tribunal Constitucional de República Dominicana, en una actitud descarada y poco seria, le quita la nacionalidad a cerca de cuatro generaciones de extranjeros nacidos en este país. Como si nada le importara a estos desalmados dejan sin papeles a miles y miles de dominicanos que nunca tuvieron ni tendrán la culpa de haber sido engendrados por padres o madres de ascendencia extranjera.
La inmensa mayoría de estos seres humanos son hijos de haitianos que fueron traídos a nuestro país a cortar la caña o realizar cualquier tipo de trabajo legalmente, pero en condiciones de semi-esclavitud.
Facundo Cabral dice: "No me llames extranjero, traemos el mismo cuerpo, la misma sangre..." Los seres humanos por más poder económico, social o político, jamás seremos más ni menos que simples seres humanos. Por lo tanto discriminar, vejar, humillar a un ser humano por cualquiera de estas características, mucho menos por su nacionalidad, no es más que una aberración.
El cardenal Nicolás de Jesús López Rodríguez se pone de acuerdo con el Tribunal Constitucional, con lo que actúa como el embajador de Satanás en nuestro país.
¿Cuál hubiera sido la actitud y el planteamiento de Jesús frente a esta crueldad? ¿De qué lado se hubiera puesto el Maestro, que dice el Cardenal representar?
Pongámonos del lado de estos seres humanos desamparados, sin documentos, sin patria, sin familia. Nos dicen que hasta el Dr. José Francisco Peña Gómez, después de toda una vida de entrega a la causa dominicana, también es despojado de su nacionalidad.
Hay que estar muy enfermo, hay que ser un profundo homófogo para asumir una posición tan cruel y drástica como esta.
Perdónalos señor que no saben lo que hacen.
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